Fue bisnieto de Cornelio Saavedra, presidente de la Primera Junta. Abogado graduado en la UBA, diputado y autor de decenas de obras dedicadas al Derecho Internacional. En 1936 recibió el premio Nobel de la Paz por su rol de mediador en la Guerra del Chaco, en la que murieron más de 100 mil hombres. En los años 70, su hijo terminó vendiendo la medalla del Nobel para no ir a la cárcel.
Carlos Saavedra Lamas, primer premio Nobel de Latinoamérica
El 25 de noviembre se cumplen 87 años de la condecoración del doctor Carlos Saavedra Lamas con el premio Nobel de la Paz. Por entonces, el abogado - que había sido docente en las universidades de Buenos Aires y La Plata, diputado nacional y titular de Justicia e Instrucción Pública durante el mandato de Victorino de la Plaza- era ministro de Relaciones Exteriores y Culto del presidente Agustín Pedro Justo. Recién llegado de Europa, donde había presentado su obra “Pacto Antibélico de No Agresión y de Conciliación” en el que condenaba el uso de la fuerza en la solución de disputas territoriales entre países, fue informado del galardón. Su esfuerzo para lograr la paz en la guerra que enfrentó a Bolivia y Paraguay entre 1932 y 1935 y que costó la vida a más de 100 mil hombres, le valió el primer premio Nobel para un latinoamericano.
Carlos Saavedra Lamas había nacido en Buenos Aires, el 1 de noviembre de 1878. Su familia era de origen patricio, su bisabuelo fue Cornelio Saavedra, presidente de la Primera Junta y su abuelo Mariano Saavedra, quien fuera gobernador de la Provincia de Buenos Aires durante la presidencia de Bartolomé Mitre.
Egresado del Colegio Nacional de Buenos Aires, estudió en la Universidad de Buenos Aires y allí se graduó de abogado. Su tesis “Régimen Municipal de la Ciudad de Buenos Aires”, obtuvo el primer premio. Lamas se casó con Rosa Sáenz Peña, hija del presidente argentino Roque Sáenz Peña y tuvo un hijo, Carlos Roque Saavedra.
Ya recibido de abogado, se especializó en Derecho del Trabajo y Derecho Internacional. Fue un destacado profesor de Derecho Público Provincial y de Historia Constitucional en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata, profesor de la carrera de sociología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, profesor de finanzas, de economía política y de derecho constitucional en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. En el período de 1941 a 1943 fue rector de la UBA y más tarde, profesor de Legislación del Trabajo.
Antes de cumplir los 30 años, Saavedra Lamas fue elegido Diputado Nacional (1908-1912) por la Capital Federal y posteriormente, por la provincia de Buenos Aires (1912-1915). También, el primer presidente de la Comisión de Negocios Constitucionales y, posteriormente, de la Comisión de Presupuesto y Hacienda en la Legislatura.
Entre sus obras se destacan: “El derecho de asilo”, “Por la paz de las Américas”, “Vida internacional”, “Los valores de la Constitución”, “Los tratados de arbitraje”, “Economía colonial” y “Los asalariados en la República Argentina”.
En los años 30, Lamas había accedido al gobierno de Agustín P. Justo gracias a la recomendación del embajador Tomás Le Bretón, amigo personal del presidente. Su etapa como ministro de Relaciones Exteriores del presidente Agustín P. Justo, sería calificada como de las más importantes, activas y cruciales en la historia de la política exterior de nuestro país.
LA GUERRA DEL CHACO
Los conflictos limítrofes entre Bolivia y Paraguay llevaban años. A comienzos de 1900, los dos países habían levantado una serie de fortines para la defensa de un extenso territorio de miles de kilómetros cuadrados que ambas naciones estimaban que les pertenecía.
La mecha del gran conflicto se encendió a principios de 1931. El 13 de marzo de 1931, el oficial paraguayo Juan Belaieff encontró el bien más preciado del Gran Chaco, una gran laguna a la que nombró Pitiantuta. Al lado levantaron el fortín Carlos Antonio López. Pero el mayor boliviano Oscar Moscoso la descubrió el 25 de abril del año siguiente y se la rebautizó Gran Lago y luego Chuquisaca. El 9 de septiembre de 1932 comenzaron las hostilidades por este enorme territorio de quebrachales y con un subsuelo rico en petróleo.
Por cuestiones estratégicas, geopolíticas y por intereses económicos en común, nuestro país apoyó al Paraguay. Argentina no toleraría el plan de Bolivia de convertirse en ribereña occidental del río Paraguay -desde el río Negro al Pilcomayo- ya que afectaría sus intereses.
La guerra era un hecho y Paraguay necesitaba armamentos, municiones, ropa y medicinas. La ayuda argentina no se materializó a través de los canales oficiales. Esto se debió a que el canciller Carlos Saavedra Lamas no quería comprometer la neutralidad de nuestro país. Pero Pedro Segundo Casal, el ministro de Marina, tranquilizó al embajador paraguayo: “Este asunto lo debemos tratar ahora fuera de la Cancillería y entre nosotros”.
Fue así que una gran cantidad de las operaciones militares paraguayas se pergeñaron desde Argentina. En la sala de situación del edificio del Estado Mayor del Ejército, ubicado en la calle Paso 547, se cerraban ventanas, sacaban al personal, y se desplegaban los mapas de la zona de guerra. Mientras tanto, la guerra cobraba cada año decenas de miles de muertos.
Carlos Saavedra Lamas por su parte logró interesar a Chile, Brasil y Perú para que Bolivia y Paraguay aceptasen una mediación y un arbitraje. La Sociedad de las Naciones convenció a Bolivia sobre que el Tribunal Internacional de La Haya se pronunciase sobre el origen del conflicto.
Uno de los miembros de esa misión norteamericana de aquellos años era Spruille Braden, a quien, en la campaña electoral de 1946, el peronismo lo presentó como el principal enemigo a vencer. La consigna Braden o Perón fue un lema por demás efectivo. Braden, de 41 años, pertenecía a una familia con intereses en explotaciones mineras en Chile y se dijo que era un lobista de la Standard Oil, instalada en Bolivia, y que había tenido mucho que ver con el estallido de la guerra.
Hubo un borrador para sellar la paz que elaboró nuestro país, que tuvo muchas idas y vueltas, pero que fue el origen de un protocolo que fue firmado en Buenos Aires el 12 de junio de 1935.
El Pacto Antibélico argentino, gracias a la diplomacia de Saavedra Lamas y las negociaciones políticas del presidente Agustín Pedro Justo había dado sus frutos y la guerra por fin había terminado.
Pero a Agustín P. Justo, presidente entre 1932 y 1938, le costó digerir que fuera su canciller y no él el galardonado con el Premio Nobel de la Paz.
Era el primer latinoamericano en obtener el Nobel de la Paz y si bien todo debió ser un día de alegría y orgullo por ser el primer argentino y latinoamericano distinguido con el famoso premio, el presidente Justo estalló de indignación al conocer la noticia. Consideró que él era merecedor de semejante galardón y no su ministro; de la misma forma opinaba su entorno presidencial. A partir de entonces, la relación entre ambos se quebró.
Para colmo de males, la noticia se conoció cuando se había aceptado la propuesta del presidente norteamericano Franklin Roosevelt de realizar una conferencia interamericana para mantener la paz en la región, y se decidió hacerla en Buenos Aires. Roosevelt llegó al país el 30 de noviembre, poco antes de ser reelecto. Llegó al Congreso en un automóvil descapotable con Saavedra Lamas sentado a su lado. En el discurso que dio ante un Congreso colmado, no escatimó elogios para el canciller argentino. A su lado, estaba el presidente Justo, quien además debió soportar que, en medio del discurso del presidente norteamericano, su hijo Liborio, mezclado entre la muchedumbre de invitados gritara: “¡Abajo el imperialismo!”. Justo bajó la mirada y murmuró: “Este fue Liborio…”.
El Tratado Antibélico que llevaría el apellido Saavedra Lamas fue suscripto por 21 naciones. Para no herir más susceptibilidades, el canciller recibió el premio Nobel al año siguiente en una ceremonia privada realizada en su casa de la calle Quintana y Callao.
Años más tarde, ya retirado de la política, entre octubre de 1941 y julio de 1943, Saavedra Lamas fue rector de la Universidad de Buenos Aires. Falleció el 5 de mayo de 1959, a la edad de 80 años.
Pero la historia de la medalla del primer premio Nobel no termina allí. Saavedra Lamas tenía un hijo, Carlos Roque. Se cuenta que Lamas hijo, vivía como una suerte de ermitaño en una estancia en el paraje El Diamante, en el departamento de Sobremonte, entre las provincias de Córdoba y Santiago del Estero.
Un día de 1973 tuvo una pelea con un peón. El motivo era bastante pueril: un perro de Lamas había ladrado al caballo del peón y éste lo amenazó diciéndole que la próxima vez se lo mataba. El irascible Saavedra Lamas fue a buscar al peón a su casa y lo baleó a él y a sus dos hijos, que habían salido de la casa a buscarlo. El peón murió en el acto, uno de sus hijos falleció en el hospital y el otro se salvó.
Cuentan que quiso ofrecerle todo lo que poseía al hijo que se había salvado para que retire los cargos. Y que hasta malvendió con un coleccionista norteamericano la medalla del Nobel de su padre para no ir a la cárcel. Pero el hijo del peón no cedió y Lamas hijo fue preso. Con los años salió libre y murió en 2011 sin descendencia.
El 27 de marzo de 2014, en una subasta, la medalla fue adquirida por un coleccionista asiático que pagó por ella 116 mil dólares.