La Facultad de Ingeniería, a través de diferentes proyectos de extensión universitaria, concretó varias instalaciones para provisión de agua potable en pequeñas comunidades en provincias del norte argentino.
Acceso al agua en comunidades aisladas
En la provincia de Formosa, cerca de la frontera con la República del Paraguay, se encuentra una pequeña comunidad originaria llamada “La Esperanza”. Más de 500 kilómetros la separan de la capital provincial y cerca de 1.500 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, por lo cual no muchas personas la visitan, y aún menos conocen, la realidad en la cual viven las y los habitantes de “La Esperanza”.
A ese lugar, en el año 2011, llegó la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires (FIUBA), a través de un proyecto destinado a la provisión de agua potable a la población, enmarcado en las líneas de extensión universitaria que impulsa el Centro de Articulación Social de la Secretaría de Inclusión, Género, Bienestar y Articulación Social de la FIUBA, buscando desarrollar soluciones ingenieriles a problemáticas sociales, en articulación y trabajo conjunto con las comunidades involucradas.
El proyecto es dirigido por Eduardo Álvarez, docente del Departamento de Ingeniería Mecánica de la FIUBA, quien cuenta que “nace de la propuesta de dos estudiantes de la carrera de Ingeniería Mecánica, Adriana Machuca y Lucas Frank, quienes propusieron proveer de agua a zonas alejadas mediante energía solar. Sin embargo, cuando comenzaron a realizar su proyecto final, se acercó a la Facultad gente de la ONG “SOS Aborígenes” pidiendo asistencia para solucionar un problema de provisión de agua en “La Esperanza”.
A partir de ese momento, se instaló como objetivo principal acompañar a esa pequeña comunidad indígena. Álvarez explica que “con el impulso de la Universidad de Buenos Aires, a través de diferentes proyectos de extensión universitaria, se concretaron varias instalaciones para provisión de agua potable en diversos lugares cumpliendo con las necesidades de distintas organizaciones sociales o religiosas”.
En el año 2012 se aprobó el primer UBANEX para esta línea de proyectos de acceso al agua, que su larga trayectoria lleva realizadas las siguientes acciones:
- La construcción de un tanque de recolector de agua de lluvia de 80.000 litros anuales en “La Esperanza”, Formosa.
- La construcción de una planta de decantación de agua obtenida a partir de una represa de agua de río proveniente del sistema de canalización de Santiago del Estero en una pequeña comunidad a 20 km de “Lilo Viejo”, en la frontera de los departamentos de Figueroa y Moreno. En este caso la organización solicitante fue el grupo misionero Almas al Cielo.
- Asimismo, se proveyó de un tanque de agua para una comunidad más pequeña cercana a la anterior.
Estos logros motivaron la planificación de nuevas acciones, entre ellas, cuenta Álvarez “la provisión de dos tanques de agua de 1.800 litros para una pequeña comunidad en Tres Chañares, Santiago del Estero, ubicada a 115 kilómetros de La Banda. El proyecto incluye trabajos de conexión al desagüe de los techos para la recolección del agua de lluvia”,
“Los voluntarios de proyectos anteriores diseñaron filtros hogareños. Posteriormente, el agua de lluvia comenzó a tratarse con pastillas potabilizadoras de manera de adaptarla para el consumo humano”, explica Álvarez. Actualmente, se está iniciando una línea de acción para desarrollar filtros potabilizadores.
Sobre la cantidad de personas alcanzadas en estas pequeñas comunidades, muchas veces olvidadas y postergadas, Álvarez explica que “en promedio se puede pensar que cada una de las actividades benefició con su resultado a unas 300 personas, la mayoría de niños, niñas y jóvenes”.
En estos diez años los viajes continuaron. En marzo de este año, un equipo de la FIUBA integrado por docentes y estudiantes llegó a Santiago del Estero con el apoyo del financiamiento de su proyecto UBANEX, convocatoria impulsada por la Secretaría de Extensión de la UBA. Con la mirada en el futuro, Álvarez dice que “la intención siempre es realizar más proyectos y ampliar su alcance técnico para acompañar las necesidades de diversas comunidades. Por eso, es importante la participación de estudiantes en los proyectos para que, de esta forma, puedan conocer la realidad del interior profundo de nuestro país y vincularse con otras formas de pensar a la ingeniería y sus posibilidades de desarrollo”.
Es en este sentido que trabaja el área de Extensión Universitaria de la Secretaría de Inclusión, Género, Bienestar y Articulación Social de la FIUBA promoviendo líneas de acción y proyectos donde las diversas carreras de ingeniería se articulen con diversas problemáticas de los territorios para abordar, de forma colaborativa, ejes de trabajo vinculados al desarrollo social, productivo, habitacional, de género, ambiental, de acceso a servicios y derechos, entre otros.
Desde adentro
Eric Jalof, uno de los estudiantes que participa del proyecto, asegura que “constituye un gran aporte a mi formación y a mi actividad profesional actual. Esta experiencia marcó mucho mi carrera y me abrió los ojos para poder utilizar la ingeniería para mejorar la vida de otras personas”.
Cecilia Thomas, quién participó, como voluntaria en uno los proyectos iniciales, es ingeniera química y en la actualidad cursa el doctorado de Ciencias Sociales en Jujuy, donde trabaja en el INTA en temas relativos a la provisión de agua segura y otros temas en las comunidades del interior de la provincia. Ella cuenta que “la participación en ese proyecto realmente me transformó y marcó el camino de lo que es mi vida profesional en la actualidad al descubrir, en el campo, la potencialidad de la ingeniería para poder transformar vidas, aportando nuestros conocimientos técnicos y herramientas en garantizar que los derechos de las poblaciones en situaciones de mayor vulnerabilidad en nuestro país sean cumplidos”.
Francisco Quiroga ,estudiante de Ingeniería Civil en FIUBA ,participó del último viaje y asegura que “haber podido participar en el proyecto de aguas en Santiago del Estero fue una experiencia muy enriquecedora en mi vida universitaria que me permitió ver que la ingeniería no es sólo una carrera técnica, sino que también es una herramienta muy poderosa para el cambio social. Resultó muy impactante, y también necesario, conocer una realidad completamente distinta a la que se vive en la ciudad de Buenos Aires. Me gustaría invitar a otros estudiantes de la FIUBA a involucrarse en proyectos sociales similares porque es muy gratificante poder aportar un granito de arena para generar un cambio en la vida de personas que se encuentran en necesidad”.
Mercedes Traversa, es Ingeniera Civil, y participó del proyecto hace 10 años cuando promediaba la mitad de la carrera. Afirma que “la experiencia fue increíble a nivel profesional. Aprendí muchísimo al poder aplicar conceptos teóricos en la práctica y, al mismo tiempo, poder ver a quiénes estábamos ayudando No puedo estar más agradecida porque creo que casi un 40% de mi aprendizaje profesional se debe a ese proyecto. Tener la oportunidad de participar fue increíble”.