Con el objetivo de generar conciencia sobre esta enfermedad, profesionales del Instituto Oncológico “Ángel Roffo” de la UBA destacan la importancia de la consulta precoz para un diagnóstico temprano ya que el 57% de los casos se detectan con un examen de rutina.
Día Mundial del Linfoma
Los linfomas son tumores que se originan en el sistema linfático, es decir en los linfocitos. El sistema linfático cumple normalmente una función de defensa del organismo hacia todas aquellas noxas que tratan de invadirlo (ejemplo microorganismos, etc). Por razones que aún no conocemos en forma completa, algunos linfocitos pueden proliferar en forma descontrolada y dar lugar a un LINFOMA. En este sentido se sabe que condiciones de inmunosupresión y ciertas infecciones virales y bacterianas pueden contribuir al desarrollo de algunos subtipos particulares de linfomas.
Existen dos grandes tipos de linfomas: los linfomas de Hodgkin (LH), que suponen el 10% de todos los casos, y que son curables en una gran proporción de pacientes, y los linfomas no Hodgkin (LNH), que constituyen el 90% restante, y comprenden un abanico de subtipos histológicos, conformando un gran desafío tanto desde el punto de vista diagnóstico (en función del tipo de células inmunes afectadas y los biomarcadores implicados), de su comportamiento y tratamiento.
La Doctora Marta Elisa Zerga, Médica Hematóloga del Instituto Oncológico Ángel Roffo destacó que “Desde su origen en un ganglio o grupo ganglionar, el linfoma de Hodgkin se disemina a otras regiones ganglionares, pudiendo comprometer órganos nobles en etapas avanzadas de la enfermedad. Se presenta más frecuentemente en población joven con un primer pico de incidencia entre los 16 y los 34 años, y un segundo a partir de los 55 años”.
Según una encuesta de la Coalición Global de Linfoma, en pacientes con algún tipo de linfoma, el 57% de ellos llega al diagnóstico en un examen de rutina y sólo el 18% había oído hablar de un linfoma previo a ser diagnosticado. Los chequeos clínicos periódicos, con detección de nódulos en cuello, axilas e ingle son importantes a fin de un tratamiento exitoso.
Entre los síntomas más comunes de los linfomas se encuentran: Hinchazón indolora en los ganglios linfáticos en cuello, axilas o ingle, fiebre, especialmente vespertina o por la noche, sin una causa infecciosa que lo justifique, sudoración nocturna, pérdida de peso inexplicable, pérdida de apetito, fatiga y cansancio inusual, tos persistente, disnea (falta de aire) y picazón persistente en todo el cuerpo sin causa aparente o sin lesiones en la piel.
“Si bien una de las primeras manifestaciones de los linfomas suele ser el agrandamiento de un ganglio o de un grupo ganglionar, se debe tener en cuenta que en la mayor parte de los casos en los que ocurre dicho agrandamiento ganglionar, el mismo no responde a causas tumorales, pudiendo depender de patologías inflamatorias o infecciosas. De allí que resulta muy relevante la consulta al especialista, quien luego de un interrogatorio y examen clínico exhaustivo, decidirá cómo avanzar en la estrategia diagnóstica.“sostiene Zerga.
El diagnóstico de linfoma se confirma mediante el estudio histológico del material ganglionar o extraganglionar comprometido. Frente a la confirmación diagnóstica, el paciente debe ser derivado al médico hematólogo quien completará con los estudios complementarios necesarios para determinar la extensión de la enfermedad o “estadio” del linfoma. En función del diagnóstico histológico que define el subtipo de linfoma y el estadio de la enfermedad se decidirá el abordaje terapéutico más adecuado.
En el caso del linfoma de Hodgkin el tratamiento quimioterápico convencional inicial (sólo o asociado a radioterapia) permite curar a un porcentaje significativo de pacientes (75 a 80 % de los casos) por ello la importancia de su diagnóstico temprano.