Claudia Marsicano descubrió un fósil de hace 280 millones de años que llega a sacudir el árbol genealógico evolutivo de los animales terrestres. Este hallazgo le permitió convertirse en la primera mujer de Argentina en llegar a la tapa de la prestigiosa revista científica Nature.
Claudia Marsicano en Exactas UBA, con imagen de Gaiasia de fondo.
Un equipo científico internacional liderado por la paleontóloga Claudia Marsicano, de la Universidad de Buenos Aires, descubrió un fósil que llegó a patear el tablero de lo que se sabía sobre los primeros animales vertebrados terrestres. El hallazgo llegó a la tapa de Nature, la revista científica más prestigiosa del mundo.
El fósil, Gaiasia jennyae, fue encontrado en un área de Namibia, África, que bien podría confundirse con un paisaje de Marte. Es representante de los primeros animales con cuatro extremidades que colonizaron el ambiente terrestre, conocidos como tetrápodos basales. Gaiasia tiene unos 280 millones de años de antigüedad, época en que el planeta era muy diferente.
La vida en la Tierra comenzó y evolucionó en los ambientes acuáticos. Los primeros animales vertebrados que salieron del agua, para aventurarse en la tierra fueron los tetrápodos. Los ancestros de todos los animales con cuatro extremidades que existen en la actualidad, desde un ratoncito a un elefante, incluyendo aves, lagartos, y por supuesto a los humanos.
Hasta la llegada de Gaiasia, las hipótesis más recientes sobre la evolución de los tetrápodos los ubican a lo largo y ancho de una región cercana al Ecuador de la Tierra primitiva, hace unos 300 millones de años. Época en que el mundo emergido estaba formado por un supercontinente llamado Pangea.
Gaiasia ha generado tanto revuelo porque era una sobreviviente de los tetrápodos más antiguos, los basales, era más grande de lo que se conocía, estaba donde nadie lo esperaba, y en la época en que ya se creía que se habían extinguido estos primeros tetrápodos.
Es que era enorme, mediría casi unos 4 metros de largo en vida, con dientes enormes. Como todos esperaban que estos tetrápodos ya supuestamente extinguidos para esa época, hubiesen vivido sólo cerca del Ecuador, su ubicación era demasiado al sur. Es una latitud equivalente a donde hoy está la Patagonia.
La Mujer de Gondwana
Este descubrimiento que aporta tanta información sobre esos ancestros remotos, se logró gracias a la infatigable labor de Claudia Marsicano en estudiar las rocas de una paleo región conocida como Gondwana. Por aquellos tiempos era parte del supercontinente Pangea, pero luego terminó separándose, y estaba integrada por lo que millones de años después se separaría en Sudamérica, África, Antártida, Australia, Arabia y la India.
“Siempre me gustaron los animales, desde chica”, contó Marsicano sobre sus inicios. “Yo quería ser científica, estudiar los animales, y mis padres me apoyaron desde el principio. Fueron de esas personas que consideraban que uno tenía que hacer lo que le gustara y le apasionara”.
“Si bien estudié biología estuve a punto de cambiarme a geología, porque me encantaba. Así que creo que me convertí en paleontóloga porque fue el mejor matrimonio entre esas dos carreras que tanto me gustaban”, contó la investigadora.
Se recibió de bióloga en la Universidad de Buenos Aires en 1984, y en la misma hizo su doctorado en paleontología sobre los primeros tetrápodos. Pero siempre estuvo interesada en ir más atrás en el tiempo, todavía. Razón por la que fue a hacer un pos doctorado en Australia, con la mayor especialista del mundo para la época.
“Siempre quise trabajar en rocas más antiguas. Como me han dicho, yo soy la mujer de Gondwana. Vivo mirando dónde hay rocas de esa época. Yo no estoy sólo acá en el presente, me la paso explorando dónde hay rocas de esos tiempos en Sudamérica, en África, en Australia”, contó Marsicano.
“Así fue que, cuando mis colegas sudafricanos me propusieron ir a trabajar en una región de Namibia, yo ya sabía que cerca de donde íbamos a trabajar afloraban las rocas más antiguas en las que quería buscar esos tetrápodos basales”.
Pero la región en cuestión, llamada Gai-As, es calificada como un hiper desierto, muy aislada de todo, y no había sido explorada por paleontólogos. Así es que no sólo era muy difícil conseguir fondos para financiar una campaña, sino también era difícil obtener los permisos para ir, al ser también un área natural protegida.
Pero tanto insistió Marsicano con que debían destinar, aunque fuese algunos días de otra campaña, para explorar esa región, que al final fueron con su equipo. Y lo que descubrieron los maravilló.
“Tras plantar el campamento, nos pusimos a caminar y empezamos a ver huesos por todos lados. Así nomás sobre el sustrato. Estábamos extasiados, y yo decía, vieron que tenía razón”, contó Marsicano entre risas.
Si bien esa primera vez apenas fueron cinco días, todo lo que descubrieron alcanzó para redactar un proyecto y presentarlo a National Geographic, para que financiase una campaña entera. Lo consiguieron, y volvieron en 2014, cuando descubrieron los primeros fragmentos de Gaiasia, y 2015, cuando encontraron el ejemplar más completo.
Buscar fósiles en un paisaje marciano
Gaiasia salió en decenas de diarios nacionales e internacionales. Es tapa del 18 de julio de Nature, la revista que publica trabajos científicos más prestigiosa del planeta. Pero, detrás de esa linda sonrisa de largos dientes en su enorme cabeza se esconden años de trabajo manual, teórico, y de la muy poco conocida labor de campo que realizan los paleontólogos.
La región donde fueron a trabajar se llama Gai-as, “está categorizada como hiper desierto, parece Marte”, contó Marsicano. Sólo se llega con vehículos todo terreno tras un viaje de más de tres horas a campo traviesa, desde el camino más cercano.
Para poder recibir el permiso de trabajar allí, deben garantizar que van a ir al menos con dos vehículos, por si se rompe uno. Con abundantes provisiones de combustible, alimentos, y por sobre todo, agua, ya que no se consigue ni allí, ni a muchas horas de distancia. Todo eso que alcance para 15 días acampando en pleno desierto.
“A Gaiasia la encontramos así nomás, sobre la superficie. Un gran nódulo aplanado, ancho, en forma de flecha bizarra, que era la cabeza. A lo que le seguía todo el cuerpo”, contó Marsicano. “Se tardaron tres años y medio en poder obtener el fósil limpio de ese bloque de piedra. Lleva mucho tiempo porque el trabajo se debe realizar con un martillo neumático manual con extremo cuidado. Es que la roca alrededor del hueso es muy dura, mientras que la parte de hueso petrificado es muy blanda. Te pasás un poco, y arruinás todo”.
Descubrieron al menos 4 ejemplares de Gaiasia, si bien uno solo tan completo. Este último es tan grande, y tan pesado, que no podía trasladarse a cualquier lado. Debieron llevarlo en vehículo 4x4 desde Namibia al Museo Iziko de Sudáfrica, donde trabaja Roger Smith, otro de los integrantes del equipo.
Marsicano debía viajar una vez al año y pasar una temporada allá en el Museo Iziko y en la Universidad Witwatersrand, de Johannesburgo, Sudáfrica, para poder estudiarlo in situ. Pero luego llegó la pandemia de COVID-19 y no pudo volver a viajar. Debía seguir estudiándolo, y describiéndolo a través de imágenes y su notas. Una labor que también llevó años, hasta que finalmente fuese aceptado el estudio en una revista tan prestigiosa como Nature.
“Es algo desconocido para el común de la gente que para todo científico del planeta poder publicar en Nature es el mayor logro”, opinó Marsicano. Es que la revista tiene una tasa de rechazo del 92 por ciento. Es decir, la gran mayoría de los miles de trabajos científicos que son enviados para publicar no son aceptados.
Y para el 8 por ciento que sí lo hace, deben someterse a un escrutinio científico como pocos. Se forma un consejo de tres especialistas del tema del trabajo, que lo analizan a fondo, e interrogan a los investigadores sobre cada pormenor de la investigación. Si pasa por todos esos filtros, allí recién es publicado.
No sólo es prestigioso para los investigadores, como Claudia Marsicano, sino que para las instituciones que representan, como la Universidad de Buenos Aires, también es importante porque ayuda a mejorar su posición en los rankings universitarios internacionales.
“En estos momentos, con el equipo de trabajo, queremos aprovechar la gran publicidad que nos aporta el ser tapa de Nature para presentar nuevos y más grandes proyectos a la National Geographic”, contó Marsicano. “Porque lo más importante de todo esto es que allá en Gai-as, quedó muchísimo material. Es ínfimo lo que pudimos traer en las primeras campañas sobre ese paleoecosistema, comparado a lo que todavía podemos extraer en futuras expediciones”.
El equipo de trabajo que incluye a Marsicano y a Leandro Gaetano, de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y de CONICET; así como a Adriana Mancuso, de IANIGLA-CONICET; y por el lado internacional lo integraron Jason Pardo, del Museo de Historia Natural Field de Chicago; a Roger Smith, de la Universidad Witwatersrand y del Museo Iziko; y Helke Mocke, del Museo Nacional de Ciencias de la Tierra de Namibia.