Ciencia
Alcance y peligros

MICROPLÁSTICOS EN EL AIRE

jueves 13 de marzo de 2025

Los peligrosos microplásticos que se emiten en las ciudades argentinas están llegando hasta la Antártida llevados por los vientos, según un estudio de la UBA. Pueden ser causantes de afecciones respiratorias, pero también se están detectando en el cuerpo humano incluyendo el torrente sanguíneo y el cerebro.

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Muestradores en la Base Carlini de la Antártida Argentina.

El plástico está en casi todos los objetos de la vida diaria de las personas. Desde el nylon y poliéster de la ropa, a los neumáticos de un auto, pasando por botellas, y envoltorios de alimentos. Como no son biodegradables, se desintegran hasta llegar a trozos milimétricos conocidos como microplásticos.

Un equipo científico de la Universidad de Buenos Aires descubrió que la circulación atmosférica puede llevar a estas partículas desde la Patagonia hasta la Península Antártica. Ya conocían que el sur de Sudamérica y el continente blanco estaban conectados por las corrientes de aire, que vienen llevando polvo desde hace unos 20 mil años.

El hecho de que la naturaleza no biodegrada a los plásticos, y que puedan durar cientos de años, no sólo los vuelve peligrosos para el medioambiente, sino también para la salud humana.

Diversos estudios han demostrado que la gente ingiere microplásticos cada vez que come, ya que están presentes en la gran mayoría de los alimentos. Pueden llegar a ingerir una cantidad equivalente a 4 tarjetas de crédito por mes, o unos 20 gramos, en promedio. 

Pero también entran en el organismo con el aire inhalado, ya que son parte del polvo que el viento lleva de un lado a otro. Esto los vuelve especialmente peligrosos para las vías respiratorias.

Plásticos en el aire

¿Cómo llegan a formar parte del polvo? Una persona puede llegar a emitir casi 3 millones de microplásticos por día por el simple hecho de usar ropa. Es decir, unos 1.030 millones al año, producto del desgaste normal. Es que, el 70% de las prendas que se comercializan tienen plástico en forma de nylon o poliéster.

Esta es una de las tantas fuentes que convierten a las ciudades en polos emisores de microplásticos, que luego los vientos pueden llevar a miles de kilómetros de distancia.

“Mediante simulaciones numéricas pudimos ver que todas las ciudades de la Patagonia argentina pueden ser posibles fuentes de las partículas de microplásticos que llegan a la Antártida”, explicó Gabriel Silvestri, investigador del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA, UBA-CONICET) y coordinador del proyecto en el que colaboraron el Instituto Antártico Argentino y el Centro de Química Inorgánica (CEQUINOR/UNLP-CONICET).

Mediante dispositivos diseñados y construidos por ellos, el equipo de Silvestri pudo comprobar que efectivamente se respiran microplásticos en el continente blanco. Realizaron un monitoreo contínuo en la Base Carlini, una estación científica argentina ubicada en la isla 25 de Mayo, al norte de la Península Antártica, en colaboración con el Instituto Antártico Argentino. 

Pero su estudio comenzó estudiando el clima de los últimos 20 mil años. 

“Nosotros hace muchos años que trabajamos en temas de paleoclima, que es reconstruir el clima hacia el pasado”, explicó Silvestri. “Estudiando cómo fue la circulación del aire durante los últimos 20 mil años pudimos entender por qué hay un flujo continuo de polvo desde todas las áreas desérticas del sur de Sudamérica hacia la Península Antártica”.

“A pesar de los notables cambios climáticos producidos en estos últimos 20 mil años, ese flujo se sostiene. Entonces, lo que nosotros pensamos es que, si hay un flujo de polvo, puede haber un flujo de otras partículas como por ejemplo microplásticos emitidos en las ciudades”, agregó el investigador.

“A partir de ese razonamiento, se nos ocurrió hacer un monitoreo de microplásticos en Antártida. Eso fue hace 5 años”, precisó Silvestri. “Le presentamos la idea al Instituto Antártico Argentino, les interesó inmediatamente y ofrecieron todo el apoyo logístico que ellos podían dar, que era instalar los dispositivos de muestreo y tomar las muestras”.

Hacía ya tiempo que se estaba monitoreando suelo y agua, para detectar la presencia de microplásticos, pero no el aire, así es que fue algo novedoso en las bases antárticas argentinasUn proyecto que se inició en 2022 en la Base Carlini, pero busca expandirse a todas las bases argentinas.

Los muestreadores fueron rediseñados por Silvestri, para adaptarse a las condiciones extremas de la Antártida. Se instalaron a dos metros de altura, para captar el flujo del aire, y evitar la perturbación que genera el suelo. 

La siguiente etapa fue la de analizar las muestras, trabajo que se realizó en colaboración con el CEQUINOR. 

Simulaciones numéricas

“Las simulaciones numéricas en las que estamos trabajando ahora es para ver el camino que podrían recorrer las partículas de plástico desde las ciudades de Patagonia hacia la Antártida. Esto gracias al conocimiento que tenemos de la circulación atmosférica de la región en los últimos miles de años”, explicó Silvestri.

Estos modelos permiten simular las trayectorias que siguen las partículas emitidas en ciudades de Patagonia y muestran que las mismas pueden arribar a la Península Antártica entre 48 y 72 horas después de su momento de emisión. 

“Ushuaia, Comodoro Rivadavia, Río Gallegos, por ejemplo, son las ciudades de las que partimos y vemos el flujo de aire”, continuó. “Desde Comodoro Rivadavia hacia el sur, todas las ciudades argentinas pueden ser fuente de los microplásticos encontrados en el aire de la Península Antártica. En cambio, para las ciudades ubicadas más al norte, hasta llegar a Buenos Aires, los microplásticos no llegarían a la Península sino que se dispersarían hacia otras regiones en la porción este de Antártida. Esto ocurre aún cuando Buenos Aires es una fuente más grande de emisión que, por ejemplo, Río Gallegos. No tiene que ver con la cantidad de partículas que se emiten, sino por cómo es la circulación de los vientos”.

Así es que lo que busca conocer el equipo de investigación es si hay regiones preferenciales en Antártida que estén recibiendo partículas emitidas por las ciudades de Sudamérica. 

Es la primera vez que se logra hacer un muestreo de un año en el aire de Península Antártica”, contó Silvestri. “Viendo los resultados positivos, la propuesta es, el próximo verano, extender la red con muestreadores en la base San Martín y en la base Belgrano 2, de Antártida”.

Existe ahora un largo camino por recorrer. Por un lado, deben continuar los muestreos en Carlini y extenderse a otras bases antárticas. Por otra parte, es necesario comenzar muestreos en las ciudades patagónicas identificadas como potenciales fuentes de microplásticos hallados en Antártida. Esto permitiría tener información más precisa sobre el tipo de partículas que deben ser consideradas en las simulaciones numéricas de dispersión. 

Para ello se necesitan más fondos, como en toda actividad científica, tanto para el trabajo de investigadores, como para los materiales necesarios, y los análisis químicos de las muestras.