Como cada año, profesionales de la Universidad de Buenos Aires se instalan durante algunos meses en la Antártida Argentina para realizar investigaciones científicas. ¿Cómo es vivir y trabajar en el continente blanco?
UBA en la Antártida
En el Día de la Antártida Argentina, conversamos con Noelia Santos, física de la UBA, que acaba de volver tras mes y medio en el continente blanco. Nos contó cómo es vivir y trabajar con vientos huracanados y temperaturas bajo cero en pleno verano. Santos es parte del equipo de Meteorología del Espacio del Instituto de Astronomía y Física del Espacio.
El 22 de febrero de 1904 comenzó la permanencia ininterrumpida de la Argentina en la Antártida, tras la inauguración del Observatorio Meteorológico en las Islas Orcadas, por lo que también comenzó la actividad científica de nuestro país allá.
La Universidad de Buenos Aires ha sido, y sigue siendo parte de esa actividad con gran cantidad y variedad de equipos de investigadoras e investigadores, que viajan, cada año, a realizar tareas científicas y tecnológicas en el gran continente blanco.
“La Antártida es increíble, no se parece a nada que haya conocido antes. Fue mi primera vez allá, y realmente fue un desafío personal, y laboral”, contó Noelia Santos, licenciada en física de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
Ella viajó al continente blanco como parte de su investigación de doctorado para el Departamento Ciencias de la Atmósfera y los Océanos (DCAO, FCEN-UBA), y el Laboratorio de Meteorología del Espacio del Instituto de Astronomía y Física del Espacio de la UBA (IAFE UBA-CONICET).
“Estuve un mes y medio allá, desde mediados de diciembre a principios de febrero de 2023. Fui junto con Lucas Rubinstein y Matías Pereira, ingenieros, también del equipo del IAFE”, dijo Santos.
Vida cotidiana en la Antártida
“Al principio me sentí un poco perdida, al ser todo tan nuevo, y diferente”, se sinceró la investigadora. Es que durante el verano casi no hay noche en la Antártida. Es difícil ajustarse a eso, sin tener rutinas bien estructuradas.
“Por ejemplo hay horarios bien determinados para almorzar, se cena a las 9 y a las 11 ya hay que irse a dormir”, explicó. “El Sol recién se ponía a eso de las 11 y media de la noche, y ya amanecía a eso de las 2 de la mañana. Son apenas unas horas de una noche que se asemeja más a un atardecer, que a una noche oscura”.
“El paisaje te regala unas vistas increíbles, con los distintos bloques de hielo, de diferentes tonalidades de celeste”, describió la investigadora. “Marambio es una base que está a unos 200 metros sobre el nivel del mar, desde ahí se tiene una perspectiva increíble del mar de Weddell”.
“Éramos un montón de personas, llegamos a ser como 150 en un momento”, siguió. “Yo estaba en una habitación en la que éramos ocho mujeres. Cada uno tiene su horario y días especiales para bañarse, y no más de 3 a 4 minutos en la ducha”.
Semejante cantidad de personas en un continente protegido, requiere que la actividad humana sea casi imperceptible.
“Me llamó la atención el tratamiento de los residuos, que se clasifica en muchos grupos”, detalló Santos. “No sólo orgánicos y reciclables, como solemos hacer en casa, sino en orgánicos, papel, plásticos, tóxicos, papel higiénico, etc. Es algo vital para la vida diaria de la Antártida, ya que todos los residuos son enviados al continente, y si no están bien clasificados, son devueltos para una correcta separación”.
“Al estar allá y ver todas las formas en que se protege al ambiente te vuelve más consciente con el medioambiente. Incluso en el consumo de agua, ya que allá se consigue de una laguna cercana”, contó la investigadora. "Volvería. Me encantaría poder conocer otras bases, estar más cerca del polo para ver las auroras australes”.
Estudiar la meteorología espacial desde el Polo Sur
“En mi doctorado yo investigo cómo el estado de la atmósfera afecta al flujo de rayos cósmicos, y cómo es modulado por la actividad solar”, explicó Santos.
Ella es parte del equipo dirigido por Sergio Dasso, del IAFE y del DCAO. Un equipo multidisciplinario que investiga lo que se conoce como meteorología del espacio, que permite pronosticar las tormentas magnéticas generadas por el sol, y que pueden llegar a inutilizar satélites.
Hace ya cuatro años instalaron en la Antártida un detector de rayos cósmicos. Al ser estos últimos tan constantes en su llegada a la Tierra, les permite predecir las tormentas solares, y estudiar el llamado clima del espacio.
A la vez, ayuda a conocer cómo esto afecta a la atmósfera terrestre, allí es donde entra la otra parte del equipo en el que está Noelia Santos, que es del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
El proyecto del Laboratorio Argentino de Meteorología del Espacio, está enmarcado en el IAFE (UBA/Conicet), en el Instituto Antártico, y en el Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Con todo el apoyo logístico del Instituto Antártico.
“Este año fueron 3 personas a la campaña: Lucas Rubinstein, ingeniero del IAFE, y de la Facultad de Ingeniería de la UBA; Noelia Santos, licenciada en física, y haciendo el doctorado, y el Matías Pereira, ingeniero en informática del IAFE”, contó Sergio Dasso.
“Ellos tres acaban de volver, ya que la campaña comenzó en diciembre, de hecho, vieron la final del mundial en la Antártida. Un mes y medio estuvieron, como parte de nuestro proyecto de monitorear la meteorología del espacio, y aprovechar para realizar el mantenimiento y mejoras de los equipos que funcionan todo el año en Base Marambio”, explicó Dasso.
Estos equipos les permiten hacer observaciones en tiempo real, con un sistema complejo informático y de señales de celular e internet, que transmite toda esa información desde la Antártida hasta los servidores del IAFE. Con tanta velocidad, que apenas tienen 5 minutos de diferencia entre lo que se ve en Marambio, y luego en el laboratorio de la UBA.
Esto les permite generar productos que la comunidad científica puede aprovechar, como páginas web públicas y gratuitas en las que se puede esos datos obtenidos por los detectores instalados en la Antártida en vivo, como los rayos cósmicos, o la actividad solar, que se pueden ver en la web del laboratorio.
“Esos detectores requieren de un mantenimiento sofisticado, ya que captan y transmiten datos en tiempo real las 24 horas del día, todos los días del año”, aclaró el investigador. “Es un orgullo,como director del proyecto, que el primer laboratorio de meteorología del espacio en una base antártica esté funcionando desde 2019 en forma ininterrumpida”.
“Tenemos un gran equipo de investigadores y técnicos que van formando parte desde allá y desde el laboratorio acá, sin los cuales no podría realizarse. Adriana Gulisano del Instituto Antártico y Omar Areso del IAFE, son dos científicos que también colaboran todo el año con este proyecto”, concluyó Dasso.